lunes, 5 de octubre de 2009

Es tiempo de implementar o crear estrategias

Reseña: Enseñar a escribir en todas las materias: Cómo hacerlo en la universidad

Son muchas las falencias que los estudiantes universitarios presentan en lo que concierne a la escritura. Por ello, las universidades de todo el mundo han venido desarrollando una serie de estrategias metodológicas, que pretenden mejorar los procesos de escritura de sus alumnos, instaurando en las distintas disciplinas la lecto-escritura como eje fundamental del aprendizaje. Esto lo deja ver la Dra. Paula Carlino en su texto “Enseñar a escribir en todas las materias: Cómo hacerlo en la universidad” (2002), artículo de su ponencia en el Seminario Internacional de Inauguración Subsede Cátedra Unesco Lectura y escritura: Nuevos desafíos.


En mi opinión, Paula Carlino, a través de su artículo, nos expone las distintas formas en que actualmente se enseña a escribir en algunas universidades norteamericanas y canadienses. Básicamente, se menciona que son tres las metodologías que se emplean para direccionar una evolución y una mejoría en los procesos de escritura de los estudiantes universitarios: los tutores de escritura, los compañeros de escritura en las materias y las materias de escritura intensiva. Las tres estrategias se tratan de prácticas que “asumen que aprender a escribir no es un proceso que está terminado al comienzo de la universidad, que escribir es imprescindible para aprender cualquier materia”. (Carlino, 2002). Por ello se habla de un trabajo en todas las disciplinas, y no sólo en las que se “supone”, hay más contacto con la escritura.


De esta manera, la primera estrategia hace referencia a una serie de alumnos capacitados que se convierten en tutores para discutir con los estudiantes sus textos elaborados (borradores). Así, el diálogo se convierte “en una fructífera forma de enseñanza” (Carlino, 2002), pues a través de este mecanismo es que le ayudan a quien acude a la tutoría a detectar las posibles fallas y a buscar elementos para el replanteamiento de ideas que no estén claras y que puedan mejorar la calidad de lo escrito. Es evidente que esta metodología ya se encuentra implementada en nuestra universidad (Pontificia Universidad Javeriana-Cali), la cual comparte, en mi opinión, la mayoría de ideas que expone Carlino sobre los tutores de escritura. En especial, que estos ayudan a los estudiantes a identificar sus falencias, es decir, que les “enseñan” a hacer una lectura crítica de sus propios textos; aprenden, de cierta forma, a ser auto-evaluadores de lo que escriben. Y es aquí donde surge el concepto de la autora de reescritura para entender a la escritura, ya que “se reconoce en el proceso de revisión una instancia clave para volver a pensar tanto los textos producidos como el asunto del que tratan” (Carlino, 2002).


Siguiendo con las estrategias metodológicas, en el texto aparece otro mecanismo: los compañeros de escritura. Estos, a diferencia de los tutores, hacen parte presencial de las cátedras dictadas en las materias. En otras palabras, además de que los alumnos escriben y los profesores califican, hay una fase en el medio de estas en la que el compañero de escritura, inmerso en una clase, revisa a fondo lo elaborado por los alumnos, con el fin de hacer observaciones y una retroalimentación que mejore la calidad de los textos (nuestra universidad no lo ha implementado aún).


Como última estrategia se menciona en el artículo las materias de escritura intensiva (no presentes en la Pontificia Universidad Javerian-Cali). Desde mi punto de vista, creo que es a lo que todas las universidades de hoy en día deben llegar: instaurar en el curriculum de algunas asignaturas (sin importar el campo o la disciplina) un componente temático de escritura. De esta manera, creo que se lograría concebir la idea de que la escritura es fundamental para el aprendizaje de cualquier tipo de disciplina, además de desarrollar un proceso constante y consciente en cada uno de los estudiantes. Sin embargo, para que pudiese desarrollarse dentro de nuestra universidad, creo que sería necesario desarrollar campañas en las que se concientizase sobre la importancia y la pertinencia de la escritura dentro de todos los disciplinas. Si se quiere generar un cambio de tal magnitud (reformas en las metodologías y en los objetivos de las materias), por lo menos los educandos deben saber a qué se verán enfrentados. Así como reconozco que es algo ideal, también soy consciente de que es un cambio que se debe hacer progresivamente.


Así, Paula Carlino nos deja ver en su artículo algunas de las estrategias que utilizan universidades de Estados Unidos y Canadá para fortalecer los procesos de escritura en sus estudiantes. No son metodologías que se estén pensando a futuro, sino que ya son una realidad. Por ello, el texto me parece pertinente para tratar de evaluar la situación en la que se encuentras nuestras universidades nacionales en el tema de la lecto-escritura, en especial, la Pontificia Universidad Javeriana- Cali, para ver qué tan viable resultaría adoptar dichos mecanismos. Ya somos conscientes de que existe una problemática, así que lo sigue es tratar de crear o implementar estrategias que generen soluciones.


Bibliografía

Carlino, P. (2002). Enseñar a escribir en todas las materias: Cómo hacerlo en la universidad. Tomado de http://www.educ.ar/educar/kbee:/educar/content/portal-content/taxonomia-recursos/recurso/3f56282f-1603-461a-9a8b-19f450b1759f.recurso/3ae569c6-05f8-4518-938f-e6e925094c47/ense%F1ar_a_escribir_en_la_universidad.pdf en 02-10-09

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lunes, 31 de agosto de 2009

La escritura: un continuo aprendizaje

Desde que somos niños estamos inmersos en el mundo de la escritura. Es ésta una de las primeras aproximaciones al mundo académico e intelectual, con la que empezamos a desarrollar una serie de competencias y habilidades. Esto se logra con la práctica continua que, a su vez, genera evolución en nuestra larga experiencia como escritores. No todos aprendemos de la misma forma, ni usamos las mismas técnicas o herramientas al momento de escribir, pero si en todos es posible evidenciar progreso. Y es eso lo que significa para mí la escritura, un aprendizaje constante.

Yo no puedo ser ajeno a ese largo camino que todos debemos atravesar para formarnos como buenos escritores. Es claro que en mi también ha existido un proceso previo, centrado en una serie de experiencias escolares, personales y universitarias que me han permitido crecer en éste ámbito. Si bien no recuerdo todas ellas, si tengo presentes las que considero han dejado huella en la difícil, pero fascinante labor de escribir. Son éstas las que me permiten tener claro cuál es mi panorama actual dentro de este proceso.

Personalmente creo que me “inicié” en este fabuloso mundo elaborando cuentos en la primaria. Fue allí donde descubrí mi gran interés por la palabra escrita. No eran textos que trascendieran más allá de mi propia satisfacción, pero fueron los que me permitieron empezar a apasionarme por el arte de escribir. Sin embargo, en ese momento la escritura era un concepto vago para mí; esa no era mi preocupación. Era algo tan simple como imaginar y escribir, por lo que los aspectos de forma, estructura y gramática eran totalmente básicos. Poco a poco ello se transformó.

Ya en el bachillerato (octavo grado) y con un recorrido académico más amplio, empecé a notar que la palabra tenía un poder muy grande. Sin embargo, ese poder dependía esencialmente de saber estructurar mis textos, de cosntruir oraciones claras y párrafos coherentes, con el fin de que mis ideas se entendieran adecuadamente. Poco a poco logré afianzar eso de lo cual había sido consciente a través de la redacción de ensayos argumentativos. Fueron estos textos académicos los que establecieron mi manera de escribir, al mejorar mi ortografía, mi gramática, etc.

Sin embargo, todavía no estaba presente en mí la idea de ver a la escritura como un proceso. Ello significaba que mis textos no tenían mucha planeación, sino que eran desarrollados al momento de escribir las ideas. No me gustaba en lo absoluto realizar un esquema de lo que sería mi texto, en lo que básicamente siempre nos insistía, a mí y a mis compañeros, el profesor de español y literatura. Evidentemente esta situación cambió al entrar al mundo universitario, el cual te exige mucho más.

Así como la universidad me dejó ver a la escritura como un proceso, también creó un hábito que me ha ayudado mucho a progresar en éste aspecto: leer previamente una buena cantidad de textos similares a los que tengo que escribir, con lo cual he aprendido a reconocer estructuras en distintos escritos, además de acercarme a la creación de mi propio estilo. Esto nació a raíz de que me tuve que ver enfrentado a redactar textos totalmente nuevos para mi (crónicas, reportajes, etc.).

La universidad también ha hecho otro gran aporte y es que me permitió aprender a manejar referencias bibliográficas. Para ser sincero, eran pocas las veces que en el colegio reforzaba mis ideas con argumentos de textos académicos o de autores reconocidos. Tal vez porque no lo exigían mis profesores de literatura y porque las temáticas que se trabajaban no eran tan complejas. Sin embargo, actualmente me remito mucho a citar en mis escritos buenas ideas de diferentes autores, las cuales le dan mayor validez y credibilidad a éstos.

Con todo lo anterior, puedo decir que hoy mi proceso es mucho más elaborado. Me preocupo por iniciar y por terminar los textos de manera contundente, teniendo una guía clara de lo que serán éstos. Además, procuro que la estructura de los párrafos esté muy bien construida, con oraciones cortas y sencillas, que hagan más fácil la lectura. Y, en general, me esmero en crear escritos de calidad, con buenas referencias bibliográficas, con bastantes revisiones personales (aunque debo mejorar para lograr hacer revisiones globales del texto) e impregnados totalmente de lo que hoy considero, mi estilo.

De esta manera, pienso que es interesante ser más consciente de esa evolución continua que vivimos desde el preciso momento en que tenemos contacto con la escritura. Creo que en la medida en que seamos capaces de autoevaluar nuestro proceso, de identificar las fallas que pueden existir y las fortalezas que debemos trabajar, estaremos encaminándonos hacia un progreso más seguro. Además, esa misma consciencia nos llevará a tener siempre presente que cada texto que elaboramos es una experiencia en nuestro historial académico que, sin duda alguna, dejará nuevas y enriquecedoras enseñanzas para nuestro futuro como escritores.




lunes, 17 de agosto de 2009

Dificultades en la escritura

Escribir cualquier tipo de texto requiere, necesariamente, de un proceso de escritura. Sería lógico pensar entonces que así como se le da importancia al momento de la redacción, también se le otorgase igual valor al antes y al después de la escritura. Sin embargo, la mayoría de jóvenes universitarios no son conscientes de esta situación, pues suelen, por parecerles innecesarias, saltarse las distintas etapas que hacen parte de la elaboración de un escrito. Es allí donde empiezan a surgir una serie de dificultades que entorpecen la labor de escribir, como lo menciona Paula Carlino en su artículo El proceso de escritura académica: Cuatro dificultades de la enseñanza universitaria”.

La autora de este artículo es clara en mencionar que existen cuatro dificultades en los jóvenes universitarios para la elaboración de sus textos. La primera consiste en no tener en cuenta al lector para la realización de los escritos, es decir, no ser consciente de la necesidad de crear ese diálogo tan importante entre quien redacta las ideas y el destinatario que las lee. Esto, indiscutiblemente, empieza a generar serías falencias en los textos, pues no hay un propósito definido dentro de ellos; al no pensar para quien escribo, estoy plasmando ideas que, tal vez, no crearán el impacto deseado.

Como segunda “predisposición”, Paula Carlino menciona que en muchas ocasiones los universitarios no realizan la relación del contenido o temática a trabajar con las características de los destinatarios, es decir, que no se preocupan por organizar la información para que sea comunicada de mejor forma al lector. De cierta manera, en el artículo se expone que es necesario “transformar el conocimiento”, entendiendo esta frase como una manera de adecuar lo que el escritor sabe y maneja, para conseguir el propósito que, se supone, se ha planteado desde un principio.

Así vemos que la autora ha hecho alusión a dos tipos de dificultades que se encuentran en el proceso previo a la escritura. Pensar para quien va dirigido el texto y elaborar las relaciones entre propósito y contenido son aspectos que se hacen previamente a escribir. Sin embargo, Paula Carlino no solo hace mención de esta etapa, sino que también, en su tercera dificultad, nos deja ver que los estudiantes presentan problemáticas para la revisión de sus textos (el después de la escritura.). Usualmente lo que hacen es dar una revisión muy específica de algún detalle del texto, sin preocuparse por mejorarlo globalmente. No tratan de confrontar las ideas ya plasmadas para ver si estas se pueden replantear, con el fin de otorgarle mayor sentido al texto. “La unidad de análisis que perciben los estudiantes al revisar su escritura son las palabras o frases, pero no el texto en su conjunto.” (Carlino, 2004)

Como cuarta dificultad (que también hace parte del antes del proceso), en el artículo se afirma que los estudiantes tienden a postergar el momento de empezar a escribir. El documentarse de muchas fuentes y no anotar ideas que puedan ir surgiendo, crea en los escritores demasiada acumulación de información, que al no estar organizada, obstaculiza la redacción de las ideas. Como no se tiene un horizonte claro y la lectura de tantas fuentes ha dificultado la elaboración de una postura propia, el estudiante intenta alejar el momento de la redacción.

Así, Paula Carlino expone lo que, en mi opinión, son cuatro dificultades que suelen presentarse en los jóvenes universitarios a la hora de pensar, ejecutar y revisar un texto, incluyendo mi propia experiencia. Son situaciones que se repiten constantemente y que determinan en gran medida el éxito de los escritos. Comparto plenamente la postura de esta autora porque en la lectura del artículo me sentí identificado muchas veces, comprobando que es una realidad lo que ella expone.

De esta manera, creo sinceramente que es de vital importancia que los estudiantes universitarios empiecen a valorar el proceso de escritura, como un conjunto de etapas esenciales e imprescindibles para la elaboración de sus textos. A medida que se vaya siendo consciente y se le vaya otorgando valor a el reconocimiento e identificación del los lectores, a una revisión completa y global de los textos, etc. Se empezará la creación de mejores escritos, con un propósito definido y una muy buena estructura. Nadie dijo que escribir fuese una tarea fácil, pero depende de cada uno de nosotros convertirla en una actividad no problemática, con la ayuda, claro está, de docentes y demás formadores académicos.

Bibliografía

- Carlino, P. 2004. El proceso de escritura académica: Cuatro dificultades de la enseñanza universitaria. Revista Educere, julio-agosto, vol 8. 321-327. Extraído el 16 de agosto de 2009 desde http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=35602605