lunes, 31 de agosto de 2009

La escritura: un continuo aprendizaje

Desde que somos niños estamos inmersos en el mundo de la escritura. Es ésta una de las primeras aproximaciones al mundo académico e intelectual, con la que empezamos a desarrollar una serie de competencias y habilidades. Esto se logra con la práctica continua que, a su vez, genera evolución en nuestra larga experiencia como escritores. No todos aprendemos de la misma forma, ni usamos las mismas técnicas o herramientas al momento de escribir, pero si en todos es posible evidenciar progreso. Y es eso lo que significa para mí la escritura, un aprendizaje constante.

Yo no puedo ser ajeno a ese largo camino que todos debemos atravesar para formarnos como buenos escritores. Es claro que en mi también ha existido un proceso previo, centrado en una serie de experiencias escolares, personales y universitarias que me han permitido crecer en éste ámbito. Si bien no recuerdo todas ellas, si tengo presentes las que considero han dejado huella en la difícil, pero fascinante labor de escribir. Son éstas las que me permiten tener claro cuál es mi panorama actual dentro de este proceso.

Personalmente creo que me “inicié” en este fabuloso mundo elaborando cuentos en la primaria. Fue allí donde descubrí mi gran interés por la palabra escrita. No eran textos que trascendieran más allá de mi propia satisfacción, pero fueron los que me permitieron empezar a apasionarme por el arte de escribir. Sin embargo, en ese momento la escritura era un concepto vago para mí; esa no era mi preocupación. Era algo tan simple como imaginar y escribir, por lo que los aspectos de forma, estructura y gramática eran totalmente básicos. Poco a poco ello se transformó.

Ya en el bachillerato (octavo grado) y con un recorrido académico más amplio, empecé a notar que la palabra tenía un poder muy grande. Sin embargo, ese poder dependía esencialmente de saber estructurar mis textos, de cosntruir oraciones claras y párrafos coherentes, con el fin de que mis ideas se entendieran adecuadamente. Poco a poco logré afianzar eso de lo cual había sido consciente a través de la redacción de ensayos argumentativos. Fueron estos textos académicos los que establecieron mi manera de escribir, al mejorar mi ortografía, mi gramática, etc.

Sin embargo, todavía no estaba presente en mí la idea de ver a la escritura como un proceso. Ello significaba que mis textos no tenían mucha planeación, sino que eran desarrollados al momento de escribir las ideas. No me gustaba en lo absoluto realizar un esquema de lo que sería mi texto, en lo que básicamente siempre nos insistía, a mí y a mis compañeros, el profesor de español y literatura. Evidentemente esta situación cambió al entrar al mundo universitario, el cual te exige mucho más.

Así como la universidad me dejó ver a la escritura como un proceso, también creó un hábito que me ha ayudado mucho a progresar en éste aspecto: leer previamente una buena cantidad de textos similares a los que tengo que escribir, con lo cual he aprendido a reconocer estructuras en distintos escritos, además de acercarme a la creación de mi propio estilo. Esto nació a raíz de que me tuve que ver enfrentado a redactar textos totalmente nuevos para mi (crónicas, reportajes, etc.).

La universidad también ha hecho otro gran aporte y es que me permitió aprender a manejar referencias bibliográficas. Para ser sincero, eran pocas las veces que en el colegio reforzaba mis ideas con argumentos de textos académicos o de autores reconocidos. Tal vez porque no lo exigían mis profesores de literatura y porque las temáticas que se trabajaban no eran tan complejas. Sin embargo, actualmente me remito mucho a citar en mis escritos buenas ideas de diferentes autores, las cuales le dan mayor validez y credibilidad a éstos.

Con todo lo anterior, puedo decir que hoy mi proceso es mucho más elaborado. Me preocupo por iniciar y por terminar los textos de manera contundente, teniendo una guía clara de lo que serán éstos. Además, procuro que la estructura de los párrafos esté muy bien construida, con oraciones cortas y sencillas, que hagan más fácil la lectura. Y, en general, me esmero en crear escritos de calidad, con buenas referencias bibliográficas, con bastantes revisiones personales (aunque debo mejorar para lograr hacer revisiones globales del texto) e impregnados totalmente de lo que hoy considero, mi estilo.

De esta manera, pienso que es interesante ser más consciente de esa evolución continua que vivimos desde el preciso momento en que tenemos contacto con la escritura. Creo que en la medida en que seamos capaces de autoevaluar nuestro proceso, de identificar las fallas que pueden existir y las fortalezas que debemos trabajar, estaremos encaminándonos hacia un progreso más seguro. Además, esa misma consciencia nos llevará a tener siempre presente que cada texto que elaboramos es una experiencia en nuestro historial académico que, sin duda alguna, dejará nuevas y enriquecedoras enseñanzas para nuestro futuro como escritores.




1 comentario:

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